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La magia del Amor


Que me digan mentiroso si, ustedes, nunca soñaron con vivir en un mundo mágico lleno de aventuras, retos y amigos, un mundo como el de Harry Potter. No me digan que no; todos en algún momento soñamos con ser magos, conocer a Dumbledor, volar en una “Nimbus 2000” o, mejor aún, en una “Saeta de fuego”; jugar al Quidich, tener una lechuza y obviamente hacer encantamientos, hechizos y practicar defensa contra las artes oscuras.


Pues bien, les quiero contar que yo tuve la oportunidad de vivir en un lugar mucho mejor. No se trató propiamente de un gran castillo lleno de fantasmas y pasadizos secretos, sino más bien de un lugar acogedor y generoso, con aventuras, historias y lugares escondidos esperando siempre por aquel que fuera capaz de encontrarlos: El Colegio Seminario Corazonista.


Pero claro, hace falta un equipo, unos aliados, que te cubran la espalda, que te esperen en los pasillos para contarte sobre la siguiente aventura, sobre el siguiente reto. Pues yo los tuve, no eran Ron ni Gemahine, pero junto a ellos descubrí cada día los secretos más poderos de una buena amistad, y se formaron entre nosotros unos lazos más fuertes incluso que los de un “juramento inquebrantable”, que, hoy más que nunca, perduran.


Y aunque al frente de cada una de nuestras casas no estaba ni la profesora Mc. Gonagal ni el Profesor Snape, teníamos a los mejores maestros a nuestro cargo, los mejores magos de todos los tiempos, y ¡lo mejor es que eran reales! Eran nuestros hermanos, los Hermanos del Sagrado Corazón.


Dice un viejo proverbio africano, que “quien tiene un hermano, que lo conserve cerca del corazón, porque un pariente no se compra en el mercado, ni se compra un hermano con dinero” y es precisamente lo que yo encontré en mi estadía en ese maravilloso mundo; encontré hermanos, hermanos del Corazón, dedicados por completo, de cuerpo y mente, al cuidado de quienes decidieran seguir esta aventura y aceptaran la invitación del Corazón de Dios para hacer parte de esta gran familia, de esta gran comunidad; su misión, una sola, la juventud, los pequeños y los nuevos aventureros del duro pero gratificante camino del servicio de Dios.


Pues bien, si crees que eres capaz, si te atreves a hacer parte y a vivenciar una experiencia inolvidable, no dudes en buscar el castillo, pero el castillo de Dios. Allí tendrás la oportunidad de darte cuenta de lo poderoso y maravillo de Su Corazón, de su inconmensurable misericordia y descubrirás por ti mismo, la magia del Amor. Ya lo decía Dumbledor, “el amor es más fuerte que cualquier hechizo, que cualquier conjuro”. Luego ¿no fue el amor el factor diferencial, que ayudo a Harry a vencer al mago más poderoso de todos los tiempos, al innombrable, a Lord Voldemort? San Pablo lo describe perfectamente: “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿los peligros?, ¿la espada? Ni la altura ni la profundidad ni criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios” (Rom 8,35-39).


Así que, si realmente estas interesado y te crees con la suficiente fuerza para manejar semejante poder, para atesorarlo y usarlo, ve con los corazonistas, especialistas en manejo y buen uso de la fuerza del corazón. De una cosa estoy completamente seguro, lo peor que te podría pasar es que te quede gustando, que se convierta en tu meta, en tu vida, tu tesoro y si así es, pues a quedarse allí, “porque donde este tu tesoro, allí estará también tu corazón” (Mt 6,21).


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