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Muchos tenemos hermanos y los que no, tenemos amigos. La experiencia de la fraternidad es uno de los regalos más especiales que recibimos en nuestra vida. Nuestros hermanos o amigos se convierten para nosotros en compañeros de camino, en guías y en protectores; son nuestros parceros. Con ellos compartimos secretos, logros, fracasos, pérdidas; desde la experiencia de jugar hasta nuestras inquietudes más profundas.

Jesús también tuvo un grupo de amigos que terminaron por convertirse en sus hermanos. Ellos le acompañaron en los momentos más especiales de su vida y compartieron junto a él su tiempo, sus afanes y sus esperanzas. Hubo malos entendidos entre ellos e, incluso, dejaron solo a Jesús en la Cruz, pero gracias al amor todo eso fue perdonado.

Nosotros, vivimos en comunidad; vivimos con otros hombres que también han decidido entregar su vida a Jesús. Ellos son nuestros hermanos, con los que soñamos y disfrutamos nuestras cualidades y talentos, pero también nuestros defectos.

Muy seguramente si esto te llamó la atención el primero en saberlo será un hermano tuyo o tu mejor amigo, entonces para qué seguir escribiendo si la experiencia te ha enseñado lo hermosa que es la fraternidad.

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