La vida de un corazonista está apoyada en la certeza de que ¡Dios es amor! Esta es la verdad que arde fuerte en nuestro interior, que nos mueve, que nos lleva a entregar nuestro corazón y que nos hace ser hermanos.
Nuestra vocación nace de descubrirnos llamados por Dios y profundamente amados por Él, por eso es que nuestra respuesta busca corresponder a ese Amor que apasionadamente se entregó por nosotros y no se guardó nada para sí.
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“Dios es amor” (1 Jn 4, 8).
Por amor ha creado el mundo
y ha hecho al hombre a su imagen. (RdV 1)
Nuestra consagración es una respuesta de amor
a la benevolencia de Dios
en una vida totalmente orientada
hacia Cristo manso y humilde. (RdV 14)
Cristo está en el centro
de nuestras motivaciones y referencias,
así como en el principio de nuestro don total
y de nuestra acción apostólica. (RdV 112)